• Hace más de 125.000 años los neandertales descubrieron algo que la ciencia notó hace pocas décadas.

    Los neandertales descubrieron una fuente esencial de energía en el interior de los huesos de los animales: la médula o tuétano. Este hallazgo, producto tanto de la observación como de la necesidad, representó un avance notable en su comprensión del entorno y de las posibilidades de aprovechamiento de los recursos animales. Al cazar o carroñar, los neandertales no se conformaban con la carne visible; pronto comprendieron que dentro de los huesos gruesos, como los de los fémures o húmeros, se ocultaba una sustancia grasa, rica en calorías y nutrientes.

    La evidencia arqueológica muestra que rompían los huesos con piedras y herramientas rudimentarias para extraer ese contenido. Las marcas de impacto halladas en fósiles y restos de campamentos indican que aplicaban técnicas específicas para fracturar los huesos sin destruir completamente su estructura interna, lo que sugiere un conocimiento empírico acumulado a través de generaciones. La médula se convirtió en una fuente de energía crucial, especialmente durante los fríos inviernos del Pleistoceno, cuando la caza escaseaba y cada parte del animal debía ser aprovechada al máximo.

    Hoy se sabe que el tuétano es muy beneficioso para el sistema inmunológico, el cerebro y los huesos. Es decir, es posible que los neandertales sabían muy bien lo que hacían y lo aprovecharon para mantener una buena salud.

    Este hábito no solo reveló su ingenio, sino también su capacidad de planificación y comprensión del valor nutritivo de los recursos. Romper huesos para obtener médula fue, en cierto modo, una forma temprana de procesamiento de alimentos y una evidencia de la inteligencia adaptativa de los neandertales, una especie que supo leer la naturaleza con la precisión que exige la supervivencia.

    Referencias:
    - "Bone marrow storage and delayed consumption at Middle Pleistocene Qesem Cave, Israel (420 to 200 ka)", Science Advances, DOI: 10.1126/sciadv.aav9822
    Hace más de 125.000 años los neandertales descubrieron algo que la ciencia notó hace pocas décadas. Los neandertales descubrieron una fuente esencial de energía en el interior de los huesos de los animales: la médula o tuétano. Este hallazgo, producto tanto de la observación como de la necesidad, representó un avance notable en su comprensión del entorno y de las posibilidades de aprovechamiento de los recursos animales. Al cazar o carroñar, los neandertales no se conformaban con la carne visible; pronto comprendieron que dentro de los huesos gruesos, como los de los fémures o húmeros, se ocultaba una sustancia grasa, rica en calorías y nutrientes. La evidencia arqueológica muestra que rompían los huesos con piedras y herramientas rudimentarias para extraer ese contenido. Las marcas de impacto halladas en fósiles y restos de campamentos indican que aplicaban técnicas específicas para fracturar los huesos sin destruir completamente su estructura interna, lo que sugiere un conocimiento empírico acumulado a través de generaciones. La médula se convirtió en una fuente de energía crucial, especialmente durante los fríos inviernos del Pleistoceno, cuando la caza escaseaba y cada parte del animal debía ser aprovechada al máximo. Hoy se sabe que el tuétano es muy beneficioso para el sistema inmunológico, el cerebro y los huesos. Es decir, es posible que los neandertales sabían muy bien lo que hacían y lo aprovecharon para mantener una buena salud. Este hábito no solo reveló su ingenio, sino también su capacidad de planificación y comprensión del valor nutritivo de los recursos. Romper huesos para obtener médula fue, en cierto modo, una forma temprana de procesamiento de alimentos y una evidencia de la inteligencia adaptativa de los neandertales, una especie que supo leer la naturaleza con la precisión que exige la supervivencia. 📚 Referencias: - "Bone marrow storage and delayed consumption at Middle Pleistocene Qesem Cave, Israel (420 to 200 ka)", Science Advances, DOI: 10.1126/sciadv.aav9822
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  • Los lombrices de tierra son los campeones no reconocidos del suelo, moviendo silenciosamente más de 20 toneladas de tierra por acre cada año.

    Mientras excavan, abren canales que permiten que el aire y el agua fluyan hacia las raíces de las plantas. Al mismo tiempo, reciclan material muerto en excrementos que están llenos de nutrientes, a menudo cinco veces más ricos que el suelo ordinario.

    Estos pequeños ingenieros ayudan a que los jardines y las granjas prosperen al potenciar microorganismos útiles, mejorar el drenaje del agua, aumentar la tolerancia a la sequía e incluso fijar carbono en el suelo.

    ¿Quieres darles una mano? Alimenta el suelo con materia orgánica, pertúrbalo lo menos posible, evita productos químicos agresivos y mantenlo ligeramente húmedo.

    Creas o no, por cada persona en el planeta, hay alrededor de 1.5 millones de lombrices de tierra trabajando arduamente bajo nuestros pies.
    Los lombrices de tierra son los campeones no reconocidos del suelo, moviendo silenciosamente más de 20 toneladas de tierra por acre cada año. Mientras excavan, abren canales que permiten que el aire y el agua fluyan hacia las raíces de las plantas. Al mismo tiempo, reciclan material muerto en excrementos que están llenos de nutrientes, a menudo cinco veces más ricos que el suelo ordinario. Estos pequeños ingenieros ayudan a que los jardines y las granjas prosperen al potenciar microorganismos útiles, mejorar el drenaje del agua, aumentar la tolerancia a la sequía e incluso fijar carbono en el suelo. ¿Quieres darles una mano? Alimenta el suelo con materia orgánica, pertúrbalo lo menos posible, evita productos químicos agresivos y mantenlo ligeramente húmedo. Creas o no, por cada persona en el planeta, hay alrededor de 1.5 millones de lombrices de tierra trabajando arduamente bajo nuestros pies.
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