¿Cuánto conoces sobre este MOSAICO de MEDUSA en TURQUÍA que guarda un poder oculto contra el mal?

En la antigua ciudad de Kibyra, en el suroeste de Turquía, hay un lugar donde la mitología y la historia se entrelazan de forma casi inquietante. En el corazón de su odeón, un edificio que hace dos milenios servía como teatro, sala de reuniones y tribunal, yace un mosaico que no es cualquier pieza decorativa: representa a Medusa, la criatura de la mitología griega capaz de convertir en piedra a quien osara mirarla. Pero aquí no está para atemorizar gladiadores ni asustar visitantes, sino como un símbolo protector contra las fuerzas malignas, siguiendo la creencia antigua de que su imagen podía ahuyentar todo mal.
Lo más fascinante es que este mosaico no fue hecho con las teselas típicas de la época, sino con opus sectile, una técnica extremadamente rara en la que piezas de mármol de distintos colores se cortan con precisión y se ensamblan como un rompecabezas perfecto. El resultado es tan realista y detallado que, a pesar de los siglos, el rostro de Medusa sigue proyectando una mirada hipnótica. Los arqueólogos coinciden en que es único en su género y que apenas existen ejemplos similares en todo el mundo.
Kibyra no era una ciudad cualquiera. Fundada hace más de 2 300 años, fue un punto clave en las rutas comerciales y conocida como la “ciudad de los gladiadores” por sus combates en estadios que podían albergar a miles de espectadores. Cosmopolita hasta la médula, aquí se hablaban al menos cuatro idiomas distintos y sus construcciones incluían teatros, termas y un ágora con terrazas, reflejando un nivel de urbanismo avanzado para su tiempo.
El mosaico de Medusa fue descubierto durante excavaciones modernas y, debido a su fragilidad, se cubre cuidadosamente durante los meses de invierno para protegerlo de las inclemencias del clima. Cada primavera, se retira la protección y vuelve a abrirse al público, pero solo hasta finales de noviembre. Este breve período lo convierte en una atracción temporal y muy buscada por viajeros, arqueólogos y amantes de la historia.
Más allá de su valor estético, este mosaico es un testigo silencioso de las creencias y miedos de una civilización que entendía el arte no solo como belleza, sino como herramienta de poder y protección. Caminar por el odeón y encontrarse con su figura es como cruzar un umbral invisible entre el presente y un pasado en el que las leyendas eran tan reales como las piedras sobre las que se erigían las ciudades.
En Kibyra, la mirada de Medusa no petrifica, pero sí hipnotiza. Y aunque ya no tenga el poder de su mito original, basta con contemplarla para entender por qué, dos mil años después, sigue cumpliendo su papel: vigilar, proteger y recordarnos que algunas imágenes nunca pierden su fuerza.

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