¿Alguna vez te ha pasado que en tu empresa hay un problema tan complicado, tan enredado, tan crítico…
que nadie de tu equipo puede resolverlo?

Y entonces apareces tú.
Lo ves.
Lo entiendes.
Lo resuelves.

¿Y cómo te sientes?

Como pavorreal.
Fuerte.
Importante.
Indispensable.

El equipo te mira y dice:
— “Por eso usted es el patrón.”

Y tú, aunque no lo digas, lo piensas:
— “Para eso estoy.”

Esa sensación es deliciosa.
Es una vitamina directa al ego.

Y luego pasa lo mismo… pero con un cliente:

El cliente está molesto.
Hay un conflicto.
Un error.
Una decisión difícil.

Tu equipo no puede.
No sabe.
No se atreve.

Llegas tú.

✅️ Hablas.
✅️ Resuelves.
✅️ Contienes.
✅️ Cierras.

Y el cliente te dice:

— “Por eso te doy los proyectos a ti.
Porque tú sí te comprometes.
Porque tú sí respondes.”

Otra dosis de ego.
Otra confirmación de que “sin ti, esto no funciona”.

Y tú te vas a casa sintiéndote fuerte.
Necesario.
Clave.

Déjame decirte la verdad que nadie te dice.

Si eso te pasa seguido,
no deberías sentirte orgulloso.

Debería darte vergüenza.

Vergüenza profunda.

Porque lo único que demuestra es esto:

Tu empresa no sabe operar sin ti.
Tu equipo no está formado para decidir.
No construiste estructura, construiste dependencia.

Y eso no es liderazgo.
Eso es inmadurez empresarial.

Cada vez que solo tú puedes resolver:

No es que seas brillante
es que nadie más está habilitado.

Cada vez que el cliente solo confía en ti:

No es que seas excepcional
es que el sistema no existe.

Cada vez que te aplauden por “salvar el día”: no estás dirigiendo, estás parchando.

Y mientras más te necesitan,
menos empresa tienes.

Si tu ausencia genera caos,
no eres dueño.

Sigues siendo empleado.

Solo que con más estrés,
más riesgo
y menos salida.

Emprendiste, sí.
Eso requiere valor.

Pero sigues teniendo identidad de empleado:

el que resuelve
el que apaga fuegos
el que carga todo
el que “da la cara”

Eso no es ser dueño.
Eso es tener un trabajo disfrazado de empresa.

El ego del dueño es el mayor enemigo del negocio

Porque el ego dice: — “Si no lo hago yo, no sale.”
— “Nadie lo hace como yo.”
— “Me necesitan.”

Y mientras más te lo crees,
más te hundes.

Porque el verdadero dueño no es indispensable.
Es reemplazable.

Y justo por eso…
es libre.

Si esto te dolió, bien.
Si te incomodó, mejor.

Porque el primer paso para dejar de ser ese “dueño-héroe”
es aceptar esta verdad:

El problema no es tu negocio.
El problema eres tú.

No es motivación.
No es autoayuda.
Es un espejo incómodo.

“El problema no es tu negocio, el problema ERES TÚ.”

Tomado de la internet.
¿Alguna vez te ha pasado que en tu empresa hay un problema tan complicado, tan enredado, tan crítico… que nadie de tu equipo puede resolverlo? Y entonces apareces tú. Lo ves. Lo entiendes. Lo resuelves. ¿Y cómo te sientes? Como pavorreal. Fuerte. Importante. Indispensable. El equipo te mira y dice: — “Por eso usted es el patrón.” Y tú, aunque no lo digas, lo piensas: — “Para eso estoy.” Esa sensación es deliciosa. Es una vitamina directa al ego. Y luego pasa lo mismo… pero con un cliente: 👉 El cliente está molesto. 👉 Hay un conflicto. 👉 Un error. 👉 Una decisión difícil. ⚠️ Tu equipo no puede. ⚠️ No sabe. ⚠️ No se atreve. Llegas tú. ✅️ Hablas. ✅️ Resuelves. ✅️ Contienes. ✅️ Cierras. Y el cliente te dice: — “Por eso te doy los proyectos a ti. Porque tú sí te comprometes. Porque tú sí respondes.” Otra dosis de ego. Otra confirmación de que “sin ti, esto no funciona”. Y tú te vas a casa sintiéndote fuerte. Necesario. Clave. 🧐 Déjame decirte la verdad que nadie te dice. 🎯 Si eso te pasa seguido, no deberías sentirte orgulloso. Debería darte vergüenza. Vergüenza profunda. Porque lo único que demuestra es esto: 👉 Tu empresa no sabe operar sin ti. 👉 Tu equipo no está formado para decidir. 👉 No construiste estructura, construiste dependencia. Y eso no es liderazgo. Eso es inmadurez empresarial. Cada vez que solo tú puedes resolver: 👉 No es que seas brillante es que nadie más está habilitado. Cada vez que el cliente solo confía en ti: 👉 No es que seas excepcional es que el sistema no existe. Cada vez que te aplauden por “salvar el día”: no estás dirigiendo, estás parchando. Y mientras más te necesitan, menos empresa tienes. Si tu ausencia genera caos, no eres dueño. Sigues siendo empleado. Solo que con más estrés, más riesgo y menos salida. Emprendiste, sí. Eso requiere valor. Pero sigues teniendo identidad de empleado: el que resuelve el que apaga fuegos el que carga todo el que “da la cara” Eso no es ser dueño. Eso es tener un trabajo disfrazado de empresa. El ego del dueño es el mayor enemigo del negocio Porque el ego dice: — “Si no lo hago yo, no sale.” — “Nadie lo hace como yo.” — “Me necesitan.” Y mientras más te lo crees, más te hundes. Porque el verdadero dueño no es indispensable. Es reemplazable. Y justo por eso… es libre. Si esto te dolió, bien. Si te incomodó, mejor. Porque el primer paso para dejar de ser ese “dueño-héroe” es aceptar esta verdad: 👉 El problema no es tu negocio. 👉 El problema eres tú. No es motivación. No es autoayuda. Es un espejo incómodo. “El problema no es tu negocio, el problema ERES TÚ.” Tomado de la internet.
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